Miran dijo que durante su estancia en Gaza se imaginaba pasando tiempo con sus hijas. Se reunió con su esposa Lishay y sus hijas Roni y Alma después de su liberación.
“Hola a todos. Estoy de regreso en Israel, de nuevo en la vida, y descubrí que todos me conocen”, dijo el rehén liberado Omri Miran en su primera declaración pública desde su liberación de Gaza a principios de este mes.
“Aunque no los conozco a todos, los vi. Pude vislumbrar un poco la lucha que libraron por mí y por los demás rehenes”, añadió. “Te vi parado, semana tras semana, en la plaza, en los cruces, por todo el país.
“Muchas gracias. No tengo palabras para describir cuánto te amo y te aprecio por no abandonarnos”.
Miran dijo que durante su estancia en Gaza se imaginó pasando tiempo con sus hijas. Se reunió con su esposa Lishay y sus hijas Roni y Alma después de su liberación.
También agradeció a las fuerzas israelíes por sus esfuerzos en la Guerra en Gaza.
Omri Miran. (crédito: Foro sobre Rehenes y Familias Desaparecidas)
“Tengo la intención de hacer todo lo que esté en mi mano, todo lo que pueda, para llevar a cabo la misión hasta que regrese el último rehén”, añadió en su comunicado. “En mi experiencia, ninguna familia debería seguir viviendo en semejante incertidumbre”.
Declaraciones compartidas por la familia de Miran
Mientras el viernes marcaba las primeras declaraciones de Miran directamente de él, su familia compartió detalles con Israel Hayom sobre su cautiverio poco después de su liberación.
“Al principio había cinco rehenes en una jaula de sólo 1,8 metros por 1,6 metros. No podías estar de pie, tenías que agacharte”, dijo Boaz, el hermano de Miran. Su hermano le señaló a Omri que “a veces un terrorista salía y dejaba su arma a su lado. Consideró intentar escapar, pero sabía que no había ningún lugar adonde huir”.
El padre de Omri, Danny, dijo a N12 que el trato que recibió su hijo en cautiverio fue ligeramente mejor que el de otros rehenes, a pesar de las condiciones inhumanas.
“Sabía cómo mantenerse ocupado. Estaba bien alimentado y nunca pasaba hambre. Cocinaba para él e incluso para los terroristas. Incluso decidía qué especias debían llevar. Por supuesto, hubo días peores, como cuando lo encerraron en una jaula”.
Miran vivía en el kibutz Nahal Oz y trabajaba como terapeuta de shiatsu y jardinero.
Danielle Greyman-Kennard contribuyó a este informe.



