QUERIDA SEÑORITA MODALES: Cada año, Halloween presagia mi horror personal: la temporada en la que mi familia me molesta para que les proporcione una lista de artículos que quiero para Navidad.
Odio este ritual anual. Para mí, el valor de recibir regalos es saber que el donante se tomó el tiempo y el esfuerzo de pensar en lo que realmente me podría gustar y seleccionar algo que cree que me podría gustar.
La belleza de hacer un regalo reside en cuidar al receptor: mirar atentamente alrededor de tu casa para ver si falta algún elemento de comodidad; escuchar sus conversaciones para obtener información sobre sus intereses y aficiones; notar la leve mirada de placer en sus ojos cuando ven una obra de arte en el escaparate de una galería y decidir hacer que ese placer sea permanente.
Intenté explicarle esto amablemente a mi familia, pero insisten en que les dé una lista. Mi hermana ha empezado a llamarme a diario para exigirme ese documento, y ahora amenaza con que mi padre, mi madrastra y otros hermanos harán lo mismo hasta que cambie mi número de teléfono o ceda ante la presión.
Prefiero no recibir ningún regalo que recibir uno que yo mismo seleccioné.
Dudo que mi familia se haya dado cuenta, pero cada año hacen listas y las pasan, y cada año hago todo lo posible para seleccionarles regalos que sean no en sus listas, pero reflejan sus gustos e intereses personales.
¿Cómo puedo rechazar cortésmente sus repetidas solicitudes? No quiero suprimir su alegría navideña, pero simplemente no puedo acceder a sus deseos.
AMABLE LECTOR: Por desgracia, es hora de señalarles que sería mucho más eficiente si cada uno hiciera sus compras por sí mismo.
La señorita Manners lamenta ver el fin de una antigua tradición que fue una de las características distintivas de la civilización. Como habrás notado, la lista de regalos/lista de deseos lo ha estado matando. Basta mirar lo que le hizo a lo que solía llamarse el espíritu navideño.
Si no aceptan eliminar las listas o la costumbre completa, deberá informarles que se da de baja. Y es posible que eventualmente necesites cambiar tu número de teléfono.
QUERIDA SEÑORITA MODALES: Soy escritor y editor de profesión, por lo que leo libros con ojo crítico.
Compré un libro escrito por un conocido de muchos años (no ficción). Leí el libro y encontré varios errores tipográficos, uno muy notable y otro flagrante.
¿Debo contarle a alguien que conozco lo que encontré? ¿Cómo puedo hacerlo sin insultarlos? ¿O debería guardarme mis hallazgos para mí? No creo que mi conocido conozca mi trabajo.
AMABLE LECTOR: No se trata tanto de “cómo” debes hacer esto sino del “por qué”. ¿Se pueden corregir los errores en esta etapa?
Miss Manners entiende que se trata de un libro impreso y no de un libro electrónico. En caso afirmativo, puedes preguntar si será objeto de una segunda edición.
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