Su editorial advierte acertadamente que la malaria podría ser el “canario en la mina de carbón” de la rapidez y gravedad con la que décadas de progreso en la salud global podrían desmoronarse debido al abandono de USAID y el compromiso vacilante de países como el Reino Unido (editorial, 27 de octubre).
Más allá de presagiar impactos a largo plazo sobre el VIH y la tuberculosis, la malaria probablemente anuncia lo que le espera a un grupo de patógenos menos publicitado pero igualmente devastador: las “enfermedades tropicales desatendidas” (ETD).
La Organización Mundial de la Salud define las ETD como condiciones causadas por patógenos que afectan desproporcionadamente a las comunidades tropicales pobres. Entre ellas se incluyen el dengue, la lepra, la rabia y varias enfermedades que causan ceguera, discapacidad y estigma, y que en conjunto afectan a más de mil millones de personas. Al igual que la malaria, muchas enfermedades tropicales desatendidas dependen de los mosquitos para su transmisión y se espera que aumenten con el cambio climático.
Gracias al apoyo del Fondo Mundial, se han logrado avances significativos en la reducción de la malaria desde el año 2000. Esta financiación ha salvado millones de vidas. Las ETD han luchado por obtener un apoyo similar y sostenido, basándose principalmente en donaciones farmacéuticas, ONG internacionales y ayuda de gobiernos como los de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y el Reino Unido.
Sin embargo, se han logrado avances gracias a la dedicación de las comunidades, los trabajadores de la salud y los programas en los países endémicos. Un reciente Informe de la Organización Mundial de la Salud informó que el número de personas afectadas por ETD disminuyó en 900 millones entre 1990 y 2021. Y 54 países han eliminado al menos una ETD, la eliminación del tracoma se ha acelerado a un ritmo considerable y la dracunculosis (dracunculosis) se acerca a la erradicación mundial.
Con aumentos modestos pero sostenidos en la financiación, muchas ETD podrían acabar en el cubo de la basura. El impacto de los recortes de fondos es más difícil de cuantificar que el de la malaria (muchas enfermedades tropicales desatendidas están tan “desatendidas” que se subestima su verdadera carga), pero es probable que las consecuencias sean graves y duraderas.
Para preservar los frágiles avances contra la malaria, las enfermedades tropicales desatendidas y otras enfermedades, el gobierno del Reino Unido debe mantener su apoyo al desarrollo internacional. Eliminar estos flagelos redunda en interés del público británico.
Profesora Heather Ferguson
Universidad de Glasgow



