tAquí hay una decepción para aquellos que esperaban que el clásico Badlands de Terrence Malick hubiera sido reiniciado como una ciencia ficción de terror, con Martin Sheen y Sissy Spacek amenazados por un gran extraterrestre con una boca peculiar. No: en realidad es la enésima versión de la franquicia Predator, que a su vez tiene una incapacidad para matar similar a la de una cucaracha, ya que comenzó en 1987 con Arnold Schwarzenegger enfrentándose a una criatura alienígena que cruje y gruñe en la jungla centroamericana.
Predator: Badlands prácticamente evita que sea aplastado por el encanto natural de Elle Fanning, aunque sí muestra lo que sucede cuando el Predator en cuestión debe, al servicio del desarrollo narrativo, ser humanizado y volverse comprensivo, vulnerable y… más o menos… ¿amable? Lo que pasa es que deja de ser el Depredador, por lo que algo o alguien más debe ocupar inevitablemente el papel de Depredador.
Ahora hay un joven de la antiestética tribu Predator llamado Dek (interpretado con pesadas prótesis por el actor neozelandés Dimitrius Schuster-Koloamatangi); una criatura con estas cuchillas claramente espantosas con una especie de grupo de garras mandibulares. (Una película de terror real también nos mostraría cómo son sus genitales). La supuesta gentileza y debilidad de Dek significan que está a punto de ser asesinado por su severo padre Predator, pero se escapa para emprender una misión para reclamar su honor de Predator matando a un monstruo distante y temible llamado Kalisk, al que incluso su padre se supone que debe tener miedo.
Pero Dek descubre que dos gemelos bioclones robot-humanos conocidos como “sintetizadores” también están tras la pista de Kalisk, ambos interpretados por Fanning. Una es la tonta, cursi y falible Thia, una especie de sintetizador maníaco de ensueño que termina teniendo una extraña amistad con Dek. El otro es un ninja de Stepford despiadado y eficiente con ojos muertos que termina siendo el verdadero cazador-asesino y niega efectivamente toda la identidad de la franquicia.
La inutilidad de todo lo que sucede resta oxígeno y ni siquiera la imperecedera cualidad de estrella de Fanning puede salvarle.



