SLas sociedades evolucionan y las escuelas se ven obligadas a adaptarse, pero ciertos aspectos de la política educativa son sostenibles. Por ejemplo, la modernización siempre será denunciada como una dilución de las normas. Inevitablemente, los conservadores se han basado en las recomendaciones de una revisión independiente encargada por el gobierno como evidencia de que Bridget Phillipson, la Secretaria de Educación, es “pasmoso» el programa escolar.
La base de estas acusaciones es que el adiósDirigido por Becky Francis, profesora de educación en el University College de Londres, propone reducir la carga de los exámenes GCSE y eliminar el Bachillerato Inglés, un conjunto de materias que, en conjunto, constituyen una medida reconocida de rendimiento en las clasificaciones escolares. Los conservadores tampoco están contentos con la idea de que a los estudiantes de primaria se les deba enseñar sobre la crisis climática y alentarlos a valorar la diversidad.
Esta es una lectura selectiva de un estudio a gran escala que exige un plan de estudios de ciencias más riguroso y nuevas pruebas para detectar a los niños cuyo progreso se sitúa entre la escuela primaria y el GCSE. Los ataques de la oposición son prematuros cuando el gobierno aún no ha redactado ninguna legislación.
Un tema unificador de la revisión es que el sistema actual prioriza medidas estrechas de éxito a expensas de otras cualidades. Es necesario dejar espacio para aprender habilidades prácticas, como administrar las finanzas personales y distinguir entre información confiable y noticias falsas. La creatividad y la resiliencia también son esenciales para que los jóvenes prosperen y encuentren empleo. Cualquier padre que haya visto el amor de un niño por la escritura arruinado por los exámenes de gramática en la Escuela Primaria Gradgrindian agradecerá volver a valorar la imaginación.
Dar a los profesores más autonomía, como recomienda el estudio, también podría aliviar la crisis de retención, aunque los problemas mayores residen en el estancamiento de los salarios, el comportamiento de los estudiantes y la presión sobre el personal para que también actúe como trabajadores sociales cuando se recortan otros servicios.
En cuanto a aliviar la carga que los exámenes GCSE imponen a los jóvenes de 16 años, eso no debería ser motivo de controversia. Es inusual para estándares internacionales poner tantas evaluaciones sobre los hombros de los jóvenes en tan poco tiempo. El volumen y la intensidad de los GCSE exigen una enseñanza mecanicista a prueba a expensas de métodos más enriquecedores e inspiradores.
Hacer hincapié en el “enriquecimiento” no significa necesariamente reducir las expectativas, aunque sí plantea preguntas razonables sobre cuál es la mejor manera de medir y comparar el desempeño de diferentes escuelas, una herramienta necesaria para hacer cumplir los estándares. Esto es parte de un desafío mayor planteado por la marea de cambio tecnológico que azota a la sociedad.
En una época en la que la inteligencia artificial puede generar instantáneamente ensayos plausibles sobre casi cualquier tema, ¿cómo se pondrán a prueba el estudio independiente y las habilidades analíticas críticas? ¿Cómo enseñar idiomas modernos y con qué aplicaciones en mente en un mundo de software de traducción? ¿Qué distinguirá las capacidades humanas en un mercado laboral saturado de máquinas inteligentes?
No es razonable esperar que una revisión del plan de estudios resuelva los enigmas educativos que definen nuestros tiempos. Pero el trabajo del profesor Francis al menos tiene en cuenta la realidad de un mundo que cambia a una velocidad asombrosa y la necesidad de pensar en cómo las escuelas podrían preparar a los niños para afrontar la situación. No es el gobierno sino la oposición la que está siendo estúpida al negarse a asumir verdaderamente este desafío.



