Es difícil no estar de acuerdo con cualquiera de las sensatas propuestas de la revisión de Francis (el plan de estudios de inglés debería centrarse menos en exámenes y más en habilidades para la vida, según una revisión del 4 de noviembre). Lo que me preocupa es su pudor en momentos tan extremos. La investigación ha revelado que El 80% de los directores de Inglaterra creen que su función tiene un impacto negativo en su calidad de vida, y muchos consideran jubilarse o abandonar la profesión antes de lo previsto. Y 75% de los jóvenes de 16 a 25 años describen el futuro como “aterrador”, con una ansiedad justificada por el colapso climático prevaleciente. Entonces, ¿por qué centrarse en trimar las velas en lugar de gobernarlas?
La sugerencia de reducir la duración de los exámenes GCSE en un 10% y reducir ligeramente el contenido es bienvenida. Pero como la educación ahora es obligatoria hasta los 18 años, ¿por qué necesitamos GCSE? Nuestros adolescentes dedican más tiempo a prepararse para los exámenes que a involucrarse profundamente en los temas que cubren, con una prioridad constante del desempeño enfocado sobre un desarrollo intelectual, social y emocional más amplio. Dedicar un poco más de tiempo a la PSHE (educación personal, social, sanitaria y económica) y al deporte es bueno, pero no es una solución. Enseñar más sobre el cambio climático sin brindar a los jóvenes las habilidades y oportunidades para tomar medidas reflexivas y concretas corre el riesgo de resultar contraproducente, haciéndolos sentir responsables e impotentes.
La reforma que realmente necesitamos comenzaría rompiendo un tabú: reconocer que la estructura actual de la educación tiene como objetivo brindar a los individuos la oportunidad de demostrar su valor superior a los demás y ser recompensados con puestos limitados y de mayor valor en la vida profesional. A menudo denominada “movilidad social”, está hecha jirones, ya que los ingresos de los padres siguen determinando el éxito económico de los niños.
Mientras el mundo continúa ardiendo, esta nueva revisión establecería nuevos principios pragmáticos y humanos para nuestros tiempos críticos: que la cooperación, más que la competencia, garantizará el futuro de los jóvenes, y que el conocimiento sin la capacidad de generar cambios es una moneda que se devalúa rápidamente.
Ya existen planes de estudio que implementan estos principios; muchos académicos y docentes esperan ansiosamente la oportunidad de implementarlos.
Dr. Rupert Higham
Profesor asociado, Instituto de Educación de la UCL
Finalmente, la revisión de los programas escolares confirmó aquello por lo que los creativos de todo el país llevan mucho tiempo haciendo campaña: el fin del bachillerato inglés (Ebacc). El diploma adolecía de una lamentable omisión en el fondo: la ausencia de temas artísticos y profesionales.
Las materias creativas nunca deberían haber sido tratadas como una opción adicional en la educación de nuestros hijos. Proporcionan a los jóvenes habilidades de comunicación, independencia y adaptabilidad, promoviendo así la empleabilidad en muchos sectores.
Este enfoque comienza a reparar el daño causado por años de enfoque limitado. Sin embargo, este progreso sólo durará si va acompañado de reformas concertadas más allá del aula.
La importante labor de la educación creativa no termina en los 16, sino que los cambios propuestos establecidos en el Libro Blanco sobre educación y capacidades después de los 16 plantean preguntas importantes sobre esta secuela. Los nuevos Niveles V tienen como objetivo simplificar las calificaciones del Nivel 3, pero aún no está claro si los sujetos creativos serán elegibles para recibir apoyo de retención.
Si no cumplimos con estos puntos, la creatividad quedará en la puerta de la escuela y el proceso se verá interrumpido. La política post-16 debe basarse en lo que las escuelas acaban de recuperar. Una educación integral, coherente y creativa es una de las inversiones más poderosas que este país puede hacer. No puede parar a los 16.
Carolina Norbury
Director General, Creativo Reino Unido
Cualquier revisión del programa nacional, ambiciosa o no, enfrenta al menos dos dificultades insuperables. Uno de ellos se refleja en la observación “Currículo es una palabra de diez letras; es el grado de acuerdo sobre el programa”. La otra es: “Todo el mundo está a favor de la reforma; es un cambio que no se aprecia y al que se resistirá”. Teniendo en cuenta estas reservas, el plan de estudios y el informe de evaluación constituyen un documento valioso, aunque demasiado ambicioso, que resta importancia a las dificultades encontradas en la implementación de sus numerosas propuestas.
Profesor Colin Richards
Puente Spark, Cumbria


