La gran victoria de la gobernadora Kathy Hochul en materia de creación de empleo se está desvaneciendo justo cuando comienza su candidatura a la reelección en 2026, mientras la fábrica de chips Micron se desvanece en el futuro, en el mejor de los casos.
Micron acaba de posponer durante cinco años su plan de abrir una planta de fabricación de chips en el norte del estado; en cambio, está reasignando fondos federales de la Ley CHIPS para acelerar la construcción de una segunda planta en su estado natal de Idaho.
En octubre de 2022, Sanjay Mehrotra, director ejecutivo de Hochul y Micron Technology, anunció una inversión de 100 mil millones de dólares en un megacomplejo de cuatro fábricas de chips de computadora en el centro de Nueva York, prometiendo crear 40 000 empleos en la construcción y 9000 empleos en fábricas en 20 años.
Si esta recompensa Nunca Si esto sucede, no será antes de 2030 como muy pronto.
Entonces, lo que Hochul aclamó como la mayor inversión privada en la historia del estado, la creación de un centro de fabricación de semiconductores avanzados para el siglo XXI, ahora es solo otro deseo esperanzador.
Aunque el gobierno ofreció a Micron la mayor documento de bienestar corporativo en la historia del estado: alrededor de $5.5 mil millones en subvenciones.
Micron iba a recibir casi 4.900 millones de dólares en exenciones de impuestos sobre las ventas y el uso de materiales de construcción, así como descuentos en electricidad cuando las plantas estuvieran operativas; La Agencia de Desarrollo Industrial del Condado de Onondaga proporcionó alivio del impuesto a la propiedad durante 49 años por un valor de $284 millones.
Y el año pasado, la administración Biden prometió 6.100 millones de dólares en apoyo de los contribuyentes en virtud de la Ley CHIPS y Ciencia de 2022 para Micron, que ahora parece destinada a una fábrica en Idaho.
Ni siquiera miles de millones en sobornos federales, interestatales y locales son suficientes para convencer a un importante fabricante mundial de semiconductores para que construya una fábrica en Nueva York; así de atroz se ha vuelto el clima empresarial del estado.
Los impuestos exorbitantes, los crecientes costos de la energía, las regulaciones hostiles –y una clase política de extrema izquierda en constante crecimiento que corre el riesgo de empeorar las cosas en los años venideros– contrarrestan las muchas virtudes del Estado.
Se suponía que la llegada de Micron demostraría que el liderazgo de Hochul podía marcar la diferencia; el fracaso de la apuesta demuestra exactamente lo contrario.
Kathy Hochul no tiene el coraje de derrocar el Empire State.



