En debates recientes sobre cambios en el plan de estudios y las formas de exámenes en la educación secundaria inglesa, a menudo se ha mencionado una ambición: la de aumentar la movilidad social.
Es lamentable que no se examine este objetivo. Nadie querría que a un niño se le negara el acceso y el apoyo a un determinado número de ocupaciones. Pero seguramente debemos preguntarnos, como no lo han hecho los sucesivos gobiernos, por qué el énfasis en esta aspiración oscurece el objetivo mucho más radical y socialmente equitativo de hacer que todas las profesiones sean viables, recompensadas y respetadas.
Seguramente ya hay suficiente competencia despiadada dentro del sistema de clases inglés como para consagrar ideas centradas en disminuir el valor de trabajos y profesiones de las que hay que “escapar”.
Nuestra política actual y sus políticos reflejan obviamente una experiencia y una perspectiva cada vez más estrechas del mundo social. Esto tiene consecuencias desastrosas.
Ir más allá al negarse a tomar en cuenta los mismos valores que producen una sensación de fracaso y exclusión en los niños que no cumplen con las exigencias de esta cosmovisión resulta en una disminución tanto de la igualdad social como del respeto social mutuo.
María Evans
Patrixbourne, Kent



