Conocí a Fizzy (Felicity) Oppé en una reunión sobre la liberación de la mujer en Cambridge a principios de los años setenta.
Su encanto, glamour y sentido de la diversión fueron inmediatos. A pesar de lo en serio que nos tomamos el mantra “lo personal es político”, Fizzy nunca perdió la conciencia de lo absurdo. Una amiga atesora una tarjeta escrita en el fragor de un debate sobre política sexual, en la que le aconsejaba no preocuparse demasiado por los “pros y contras de la penetración”.



