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El síndrome de trastorno de Trump es real: estas amenazas histéricas lo demuestran

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El mes pasado, cuando publiqué una columna preguntando “¿Es real el ‘síndrome de trastorno de Trump’?” En el Wall Street Journal, esperaba que provocara un animado debate.

No esperaba una demostración en vivo de la patología que había descrito.

Mi columna describía un patrón que veo todas las semanas en mi práctica de psicoterapia.

A esto lo llamo “preocupación política obsesiva”, una presentación que se asemeja a un patrón obsesivo-compulsivo en el que una figura política se convierte en el foco de pensamientos intrusivos, una mayor excitación y un monitoreo compulsivo que toma el control del ancho de banda mental de una persona.

El TDS no es un diagnóstico real en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, y eso lo dejé claro en mi artículo.

Pero los pacientes me hablan de pensamientos políticos que se apoderan de su día, noches de insomnio, irritabilidad, ira y ansiedad que se extienden al trabajo y las relaciones.

Una mujer dijo que no podía disfrutar de unas vacaciones familiares porque “no le parecía bien relajarse mientras Trump todavía estaba allí”.

Veo matrimonios tensos, amistades rotas y funcionamiento diario perturbado por la mera mención de “Donald Trump”.

Para muchos, su ansiedad ha ido más allá de la política y se ha convertido en una forma de funcionar en el mundo, dando forma a cada reacción antes de que se den cuenta.

Tan pronto como mi columna apareció en línea, la respuesta ilustró mi punto con precisión casi clínica.

La mayoría de los críticos más duros simplemente reaccionaron a mi uso del término “TDS”, no a mi explicación.

Sus respuestas, inmediatas y emocionales, reflejaron el mismo patrón que describí: pensamiento impulsivo y catastrófico impulsado por el sentimiento más que por la reflexión.

Al intentar refutar el fenómeno, lo demostraron espectacularmente.

Dos días después, hablé del artículo en vivo en Fox News y la reacción se intensificó.

El segmento fue tranquilo y clínico.

Pero una vez que los clips llegaron a las redes sociales, fueron despojados de contexto, combinados con subtítulos apasionados y integrados en corrientes de indignación.

La afluencia de mensajes emocionales que recibí fue inmediata e implacable.

Algunos me han acusado de defender a un fascista.

Otros me llamaban “protector de pedófilos” y un terapeuta que se identificaba a sí mismo sugirió que yo también debía ser un pedófilo.

Varios mensajes, incluidos mensajes de voz, me deseaban la muerte.

No se trataba de relatos marginales, sino de personas que públicamente se describieron a sí mismas como compasivas, informadas sobre el trauma o dedicadas al trabajo de salud mental.

Su reacción es exactamente lo que me preocupa como médico.

Mi artículo de opinión advertía que el razonamiento emocional domina gran parte de nuestra cultura política.

El desacuerdo se trata como crueldad.

El malestar se trata como peligro.

Cuando las personas fusionan su identidad con sus emociones políticas, desafiar esas emociones se siente como un ataque a uno mismo.

Y esta tendencia aparece en todo el espectro político.

Los críticos que condenaron la obra reconstruyeron el patrón en tiempo real.

Su indignación se convirtió en su prueba.

Sus sentimientos se convirtieron en su argumento.

Demostraron mi punto de vista más claramente que cualquier cosa que pudiera haber escrito, y es por eso que debemos hablar abiertamente sobre estos síntomas.

Nuestra sociedad alienta a las personas a “confiar en su verdad”, seguir cada impulso y etiquetar el malestar común como daño.

Demasiadas personas en mi profesión han fomentado este punto de vista.

Lo celebran ahora, cuando se dirige a los objetivos “correctos”.

Veo las consecuencias a diario, cuando una paciente me dice que dejó de hablar con su padre porque “votó de manera equivocada”, o una pareja evita las reuniones familiares porque un ser querido apoya a Trump.

Se trata de adultos educados que han adoptado la idea de que el malestar emocional equivale a peligro.

La reacción que experimenté aclaró las consecuencias.

Cuando las personas muestran hostilidad hasta el punto de amenazar de muerte en cuanto se activan sus sentimientos, ya no estamos ante un desacuerdo político, sino ante un profundo problema emocional que afecta mucho más que las elecciones.

Debemos reaprender a tolerar el malestar emocional.

Sentirse desafiado no significa que esté en peligro y nunca le da permiso para amenazar o difamar a personas que ven el mundo de manera diferente.

También necesitamos separar a la gente de su política.

Tu tío no es un mal tipo porque apoya las políticas de Trump, y tu prima no es inmoral porque vota por los demócratas.

Por último, debemos restaurar la resiliencia.

Se supone que la terapia ayuda a las personas a regular sus emociones y desafiar los pensamientos distorsionados.

En cambio, el lenguaje de la terapia ha llegado a la vida política y se utiliza para justificar reacciones emocionales excesivas y excusar el comportamiento impulsivo.

Las últimas semanas lo han dejado claro: el TDS no es una reacción de nicho, sino que es parte de un patrón nacional que está cambiando la forma en que la gente piensa, se comporta e interactúa con sus propias familias.

Si no logramos separar la emoción de la interpretación, el caos continuará.

La verdadera emergencia no está en Washington.

Ésta es la forma de pensar estadounidense.

Jonathan Alpert, psicoterapeuta que ejerce en Nueva York y Washington, DC, es el autor del próximo libro “Therapy Nation”. INCÓGNITA: @Jonathan Alpert

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Faustino Falcón
Faustino Falcón es un reconocido columnista y analista español con más de 12 años de experiencia escribiendo sobre política, sociedad y cultura. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, Faustino ha desarrollado su carrera en medios nacionales y digitales, ofreciendo opiniones fundamentadas, análisis profundo y perspectivas críticas sobre los temas m A lo largo de su trayectoria, Faustino se ha especializado en temas de actualidad política, reformas sociales y tendencias culturales, combinando un enfoque académico con la experiencia práctica en periodismo. Sus columnas se caracterizan por su claridad, rigor y compromiso con la veracidad de los hechos, lo que le ha permitido ganarse la confianza de miles de lectores. Además de su labor como escritor, Faustino participa regularmente en programas de debate televisivos y podcasts especializados, compartiendo su visión experta sobre cuestiones complejas de la sociedad moderna. También imparte conferencias y talleres de opinión y análisis crítico, fomentando el pensamiento reflexivo entre jóvenes periodistas y estudiantes. Teléfono: +34 612 345 678 Correo: faustinofalcon@sisepuede.es

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