En el cambiante panorama educativo actual, las instituciones de artes liberales deben enfrentar una dura realidad: el respeto por la tradición no justifica la resistencia a la reforma (las universidades culpan al “cambio social” por la supresión de títulos en lenguas extranjeras, 21 de noviembre).
Durante demasiado tiempo, estas universidades se han aferrado a la idea de ser singularmente “nobles”, aisladas de las presiones del mercado y protegidas por financiación gubernamental y donaciones externas. Aunque las instituciones de artes liberales tienen un valor intrínseco, eso no significa que tengan derecho a ser favorecidas socialmente o ser económicamente excepcionales para siempre.
Un mito particularmente persistente es que la educación en artes liberales tiene el monopolio del cultivo del pensamiento crítico. Esta creencia no sólo descuida el rigor intelectual requerido en los campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), sino que también perpetúa una jerarquía de disciplinas obsoleta. El pensamiento crítico no es el único atributo de los departamentos de literatura y filosofía. Más bien, tiene sus raíces en la ciencia, la ingeniería y otras disciplinas técnicas de vanguardia, donde la lógica y la resolución de problemas no son negociables.
En lugar de preocuparse por los recortes de financiación o condenar su amenaza a la pureza académica, las instituciones de artes liberales deberían adoptar una mentalidad orientada al mercado. Algunos de los modelos más adaptativos se pueden encontrar en las llamadas “escuelas de estudios profesionales” de las principales universidades, como Colombiaque ofrecen programas concretos y relevantes para las empresas, en formatos flexibles. Prosperan no porque se adhieran a la tradición sino porque responden a las necesidades del mercado.
Como resultado, logran sólidos resultados en registros, reputación e ingresos. Los temores sobre la “devaluación” de los títulos o la mercantilización de la educación pueden disiparse mediante la rendición de cuentas del mercado y la retroalimentación de los empleadores.
Jian Yang Geng
Edgewater, Nueva Jersey, Estados Unidos



