ADespués de dos años de guerra brutal en Gaza, un frágil alto el fuego -la primera fase del plan de 20 puntos del presidente estadounidense Donald Trump- ofrece cierto respiro a una población exhausta. Para mis colegas de UNRWA sobre el terreno en Gaza, el miedo constante a morir a causa de bombas y armas de fuego puede haber disminuido, pero todavía hay mucho de qué preocuparse: el acceso a refugio, alimentos y agua potable sigue siendo difícil, y el invierno se acerca rápidamente.
No hay tiempo que perder en la lucha contra el hambre y las enfermedades generalizadas. La magnitud del trauma físico y psicológico es inmensa y las expectativas de acceso a la atención sanitaria y la educación son cada vez mayores. Las próximas semanas y meses determinarán si este momento decisivo conducirá a un nuevo amanecer o será el preludio de una mayor desesperación.
La ONU, incluida la UNRWA, tiene la experiencia y los recursos para responder de manera efectiva y a gran escala a las necesidades humanitarias críticas. Pero se nos debe permitir trabajar libre e independientemente, sin restricciones arbitrarias e irrazonables a la entrada y movimiento de suministros y personal.
El camino hacia la recuperación en Gaza no será sencillo. El alto el fuego es frágil y sus violaciones casi diarias ponen a prueba la determinación de sus garantes. Un alto el fuego que simplemente prolongue la ausencia de guerra sin trazar un camino viable hacia la paz sólo repetiría los desastrosos errores del pasado. Un futuro verdaderamente pacífico requiere una inversión real en una solución política definitiva al conflicto palestino-israelí.
La seguridad básica es necesaria para que la recuperación se afiance. El alto el fuego debe ser reforzado por una fuerza internacional de estabilización con el mandato de mantener la calma, proteger la infraestructura crítica y garantizar el acceso humanitario. Una fuerza así crearía el espacio necesario para reconstruir las instituciones palestinas.
El éxito de una fuerza de estabilización y la transición de la emergencia a la estabilidad también dependerán de que se proporcione a los palestinos de Gaza servicios públicos fiables y un camino creíble hacia la paz y el respeto de los derechos humanos. Esto sólo puede lograrse mediante un servicio público competente que goce de la confianza de la comunidad.
Ya hemos visto las consecuencias de subestimar la necesidad de proporcionar servicios públicos estables y eficientes, más crudamente en Irak, cuando el desmantelamiento de la administración civil en 2003 creó un vacío de gobernanza que desencadenó años de inestabilidad. Los profesionales, administradores y líderes comunitarios de Gaza deben ser parte de la solución, no víctimas de reinicios políticos.
La UNRWA, con sus miles de empleados palestinos, tiene la capacidad, la experiencia y la confianza de la comunidad para brindar atención médica, educación y otros servicios públicos a una población devastada. Durante décadas, los profesores, médicos e ingenieros de la agencia han sido una parte esencial de un sistema de servicios públicos que funcione para millones de refugiados palestinos en Gaza y la región.
En su opinión consultiva el mes pasadoLa Corte Internacional de Justicia reafirmó el profesionalismo del personal de la UNRWA, subrayó el papel humanitario indispensable de la agencia y concluyó que la UNRWA sigue siendo un actor imparcial y neutral.
Los servicios educativos de la UNRWA, incluido un programa de derechos humanos de gran prestigio, serán clave para prevenir el surgimiento del radicalismo alimentado por el brutal asedio de Gaza y las atrocidades infligidas en los últimos dos años. Casi 700.000 niños en edad escolar viven ahora bajo los escombros, desposeídos no sólo de sus hogares y seres queridos, sino también de su educación. Lograr que estos niños regresen a la escuela será esencial para garantizar la paz y la estabilidad en Gaza y la región en su conjunto.
Más allá de los esfuerzos de ayuda humanitaria y la reanudación de los servicios públicos, las empresas y los donantes deben poder creer que la paz durará y que los esfuerzos de reconstrucción no serán en vano.
El pueblo de Gaza necesita la promesa de una vida normal, con viviendas permanentes y hospitales y escuelas que funcionen. Reconstruir Gaza significa restaurar la gobernabilidad, la justicia y la creencia generalizada de que la paz todavía es posible dentro de una solución de dos Estados.
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Esto requiere que la “línea amarilla” del acuerdo –trazada para la coordinación temporal de la seguridad– no se endurezca hasta convertirse en una mayor fragmentación con una nueva línea divisoria dentro de Gaza y entre Gaza y Cisjordania.
Por último, la difícil pero necesaria labor de reconciliación debe comenzar sin demora. Hoy, israelíes y palestinos son vecinos que ya no se conocen, divididos por la guerra, un creciente aislamiento y desconfianza. Es a la vez trágico e irónico, porque comparten una larga y profunda historia de opresión, angustia y pérdida que la mayoría de nosotros ni siquiera podíamos imaginar o comprender.
Reconectar a palestinos e israelíes requiere deconstruir la deshumanización sistemática que ha permitido atrocidades inaceptables. Esto requiere reconocer la opresión de los palestinos durante décadas y el profundo trauma colectivo desencadenado por los ataques del 7 de octubre de 2023 en Israel.
Para lograr una paz duradera, las sociedades palestina e israelí deben hacer justicia y abordar seriamente la curación.



