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Las palabras son armas: la diplomacia rusa es sólo un frente más en su guerra contra Ucrania

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Henry Kissinger escribió una vez que la carga más pesada de un estadista es tomar decisiones sin suficiente tiempo o información, y que todo error es irreversible.

Aprendí esta verdad no sólo en el campo de batalla sino también en la mesa de negociaciones.

Después de décadas en uniforme, en 2019 me matriculé en la Academia de Ostroh para estudiar relaciones internacionales. Pensé que sería una ruptura con la guerra, pero descubrí otro campo de batalla: la diplomacia, donde las palabras son armas y la determinación es la primera línea.

Los flancos fuertes son tan importantes en el arte de gobernar como lo son en la guerra. Cuando colapsen, el enemigo se moverá para explorar la abertura.

Mientras Ucrania defiende su existencia, nos enfrentamos a un adversario que considera la diplomacia no como un diálogo sino como una extensión natural de su esfuerzo bélico.

Los negociadores rusos, al igual que sus generales, están luchando por agotar, confundir y dividir.

Su objetivo no es la paz sino el retraso; no un compromiso en la búsqueda de un acuerdo sino una conquista a través del engaño.

El autor Valerii Zaluzhnyi descubrió otro campo de batalla: la diplomacia, donde la determinación es la primera línea. X / @CinC_AFU

Ucrania lleva 11 años luchando por su supervivencia. Sin embargo, incluso hoy, algunos en Occidente nos instan a negociar con quienes han venido a matarnos.

Olvidan dos verdades simples.

En primer lugar, lo que está en juego no es sólo el destino de Ucrania sino también la seguridad de Europa.

En segundo lugar, cualquier “paz” con Moscú que recompense la agresión es una invitación a nuevas guerras.

El Kremlin sólo habla de negociaciones cuando siente presión y sólo para ganar tiempo. La paz en términos rusos no es paz, es capitulación.

Esta es la razón por la que los llamados a una conclusión apresurada de un acuerdo de paz integral son peligrosamente prematuros.

No se puede lograr una paz verdadera firmando documentos mientras los misiles rusos matan a civiles.

Esto requerirá tiempo, fuerza y ​​una comprensión inquebrantable de la persona con la que estamos tratando.

La llamada diplomacia rusa es un sistema de armas mortífero heredado de la URSS. No fue diseñado para resolver conflictos sino para manipularlos. Para entenderlo, debemos estudiar a sus arquitectos.

Andrei Gromyko, Ministro de Asuntos Exteriores soviético durante más de 40 años, dominaba el arte de la negociación como combate psicológico. Los diplomáticos occidentales lo apodaron “Señor No” por una buena razón.

Su misión era detener, agotar y dominar la conversación hasta que la otra parte cediera. Cada pausa era táctica. Cada discurso es una prueba de resistencia.

Los diplomáticos occidentales apodaron a Andrei Gromyko “Señor No” por buenas razones. Imágenes falsas

Esta tradición continúa hoy en la persona de Sergei Lavrov.

Obsérvelo en cualquier foro internacional: largos monólogos, citas selectivas, digresiones interminables destinadas a confundir los hechos y desviar la atención.

Ésta es la “táctica del agotamiento”. El objetivo es hacer que la discusión sea tan confusa que la verdad pierda su significado y la claridad moral se desvanezca.

Lavrov, como Gromyko antes que él, encarna el legado soviético de la negociación como teatro: una demostración de poder destinada a retrasar la rendición de cuentas.

Kissinger observó que la diplomacia soviética combinaba exigencias máximas con concesiones mínimas.

El objetivo nunca fue llegar a un acuerdo sino legitimar los logros del Kremlin y exigir más.

Lavrov, como Gromiko antes que él, encarna el legado soviético de negociación como teatro. Reuters

La Rusia moderna ha adaptado esto a la era de la propaganda.

La desinformación desempeña el papel que alguna vez desempeñó la ideología. Persisten los mismos hábitos: negar, retrasar y engañar hasta que el cansancio se apodera del extranjero y el cinismo crece en casa.

Cada reunión con funcionarios rusos sigue un patrón familiar.

Primero, inundan la mesa con mentiras y detalles innecesarios, obligando a los oponentes a pasar horas corrigiendo sus mentiras.

En segundo lugar, invocan el relativismo moral, acusando al adversario exactamente de lo que ellos aportan: colonialismo, hipocresía o dobles raseros.

En tercer lugar, presentan la agresión como una reacción, la ocupación como protección y el genocidio como autodefensa.

Se trata de una cínica inversión de valores, destinada a paralizar las sociedades democráticas.

Comprender este método es vital no sólo para los diplomáticos ucranianos sino también para todos los que interactúan con Moscú.

Negociar con Rusia no es una conversación; Es una competencia de voluntades.

Los rusos ponen a prueba su resistencia, explotan su empatía e interpretan cualquier gesto de buena voluntad como debilidad.

El único lenguaje que respeta el Kremlin es el de la coherencia respaldada por el poder.

Para Ucrania, la diplomacia en tiempos de guerra se ha vuelto tan crucial como la estrategia militar.

Desde los primeros días de la invasión a gran escala, los oficiales y diplomáticos ucranianos han trabajado codo con codo para conseguir apoyo, armas y sanciones.

En el campo de batalla, la claridad de la misión determina la victoria. En la mesa, la claridad de principios cuenta. Ambos requieren resistencia, disciplina y unidad.

Por eso Ucrania debe formar a sus negociadores con el mismo rigor que a sus soldados.

La preparación, la resiliencia psicológica y el conocimiento de los métodos del adversario son fundamentales.

Debes anticiparte a las manipulaciones, resistir el cansancio y mantener la iniciativa.

Como en el combate, no podemos permitir que Rusia dicte el ritmo o las condiciones.

Nuestro trabajo es exponer las mentiras de Moscú, no complacerlas.

Zaluzhnyi dice que Occidente debe entender que negociar con Rusia no es una conversación; Es una competencia de voluntades. AFP vía Getty Images

Esto requiere comprender no sólo lo que dice Rusia, sino también cómo se expresa.

El “Método Gromyko” se basa en una palabrería interminable para disfrazar la agresión como razón.

El enfoque ruso moderno añade a esto propaganda de la posverdad.

Occidente debe dejar de confundir esto con una negociación real.

Cada hora dedicada a debatir con enviados rusos que no tienen mandato para llegar a acuerdos es una hora robada en defensa de la libertad.

La historia ofrece lecciones.

En 1973, después de años de conversaciones desgastantes, se firmaron los Acuerdos de Paz de Vietnam. Las negociaciones duraron cinco años: 68 reuniones entre Henry Kissinger y su homólogo norvietnamita.

La paz sólo llegó cuando el equilibrio militar cambió sobre el terreno, no porque las conversaciones mismas la produjeron.

La lección es clara: la diplomacia sólo tiene éxito cuando se basa en la fuerza.

Hoy, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso actúa como una extensión de su maquinaria de guerra.

Gana tiempo para el rearme, difunde mentiras para romper alianzas y utiliza las instituciones internacionales como escudos para la agresión.

Los enviados de Moscú bloquean resoluciones, diluyen las sanciones y actúan como mediadores mientras su ejército ataca a los civiles.

Ucrania no rechaza la paz. Rechazamos la capitulación disfrazada de paz.

Un acuerdo justo debe restaurar nuestra integridad territorial, garantizar que los responsables de crímenes de guerra rindan cuentas y garantizar que ningún agresor vuelva a amenazar a Europa desde Moscú.

Cualquier otra cosa sería traicionar no sólo a los ucranianos sino también los principios que garantizan la seguridad y la libertad del mundo libre.

Ucrania luchará en todos los frentes –militar, político y diplomático– hasta que se restablezcan la justicia y la seguridad.

No permitiremos que el cansancio reemplace la convicción ni permitiremos que las mentiras erosionen la verdad.

Nuestra fuerza no sólo reside en nuestros soldados, sino también en la claridad de nuestro objetivo: la paz a través de la victoria, no de la ilusión.

Valerii Zaluzhnyi es el embajador de Ucrania en el Reino Unido y ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania.

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Faustino Falcón
Faustino Falcón es un reconocido columnista y analista español con más de 12 años de experiencia escribiendo sobre política, sociedad y cultura. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, Faustino ha desarrollado su carrera en medios nacionales y digitales, ofreciendo opiniones fundamentadas, análisis profundo y perspectivas críticas sobre los temas m A lo largo de su trayectoria, Faustino se ha especializado en temas de actualidad política, reformas sociales y tendencias culturales, combinando un enfoque académico con la experiencia práctica en periodismo. Sus columnas se caracterizan por su claridad, rigor y compromiso con la veracidad de los hechos, lo que le ha permitido ganarse la confianza de miles de lectores. Además de su labor como escritor, Faustino participa regularmente en programas de debate televisivos y podcasts especializados, compartiendo su visión experta sobre cuestiones complejas de la sociedad moderna. También imparte conferencias y talleres de opinión y análisis crítico, fomentando el pensamiento reflexivo entre jóvenes periodistas y estudiantes. Teléfono: +34 612 345 678 Correo: faustinofalcon@sisepuede.es

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