A medida que nos acercamos a la temporada navideña con sus familiares mensajes de paz y buena voluntad, vale la pena detenerse a escuchar una poderosa advertencia de los líderes religiosos de Estados Unidos sobre la crueldad sancionada por la administración Trump hacia los inmigrantes.
La reciente “declaración especial” de los obispos católicos estadounidenses sobre los inmigrantes constituye una importante intervención moral en nuestro tiempo. Nuestra historia muestra que cuando las comunidades religiosas hablan con claridad moral sobre las crisis sociales, a menudo precede al momento en que los líderes políticos finalmente despiertan.
Esto ha sido cierto desde los púlpitos antes de la Revolución Americana hasta los abolicionistas, los reformadores del evangelio social, el clero de los derechos civiles y los pastores pacifistas de la era de Vietnam. En cada caso, la nación se encuentra en un punto de inflexión.
El mensaje de hoy de los obispos es claro y urgente. Condenan las “expulsiones masivas indiscriminadas”, denuncian la “difamación de los inmigrantes” y aseguran a quienes sufren que “no están solos”. Instan a los católicos a dar la bienvenida a los inmigrantes, apoyar ministerios que los ayuden, rechazar la retórica deshumanizadora y defender la dignidad dada por Dios a cada persona.
Esta es una llamada de atención moral en la que Estados Unidos ha confiado durante mucho tiempo y que generalmente llega antes de que los líderes políticos finalmente encuentren su coraje.
La historia proporciona el modelo. Antes de la Revolución, los ministros que habían huido de la tiranía comprendieron con qué facilidad el poder podía transformar la religión en opresión. Cuando el reverendo Jonathan Mayhew de Boston declaró en 1750 que “la resistencia a la tiranía es obediencia a Dios”, advirtió a un pueblo que pronto lucharía por su libertad. Más tarde, John Adams llamó a la predicación de Mayhew “la chispa que encendió la Revolución Americana”.
La carta de los obispos sigue la misma tradición: una declaración clara de que se está violando la dignidad humana y que el miedo se está convirtiendo en política.
Y hoy, como en períodos de crisis anteriores, los líderes religiosos ya están pagando el precio por decir la verdad. En Chicago, el ministro presbiteriano David Black fue alcanzado en la cabeza por una bala de pimienta disparada por un agente del ICE mientras dirigía una oración en una protesta. Aquí en East Bay, el reverendo Jorge Bautista, pastor de la congregación de la Iglesia Unida de Cristo en San Mateo, recibió un disparo en la cara con una bala de pimienta durante protestas en la entrada de Coast Guard Island, ubicada entre Alameda y Oakland.
Su valentía subraya lo que dicen los obispos: se trata de una emergencia moral, no de un conflicto político rutinario.
Hemos visto este patrón antes.
El movimiento del Evangelio Social desafió la codicia y los abusos de la Edad Dorada mucho antes de que Theodore y Franklin Roosevelt tomaran medidas. Martin Luther King Jr. denunció la segregación años antes de que el Congreso aprobara la Ley de Derechos Civiles. Durante la Guerra de Vietnam, el clero calificó el conflicto de inmoral mucho antes de que la mayoría de los funcionarios electos se atrevieran a hablar.
En Estados Unidos, el despertar moral precede al despertar político.
Estamos en ese despertar ahora. Una facción política importante ha elegido el poder sobre los principios y la crueldad sobre la compasión. La declaración de los obispos corta el ruido. No es partidista. Es moral. Nos recuerda que una nación es juzgada por cómo trata a los más vulnerables, no por cómo celebra a los poderosos.
El mensaje es simple. Los inmigrantes son seres humanos. Son vecinos. No debemos abandonarlos. Al enfatizar la dignidad, la bienvenida, el diálogo y la reforma, los obispos están recuperando una profunda tradición estadounidense: los líderes religiosos hablan cuando muchos otros permanecen en silencio.
Su declaración es importante porque describe lo que está sucediendo, ayuda a restaurar una voz moral faltante en la vida pública y nos llama a la conciencia. Este es el primer paso hacia la justicia.
Mientras celebramos un tiempo dedicado a la paz y la compasión, los obispos han pasado a ser el centro de atención. La pregunta ahora es si el resto de nosotros lo seguiremos.
Tom Debley es un periodista jubilado de East Bay y ejecutivo de asuntos públicos. Vive en Walnut Creek.



